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VACACIONES JULIO 2010

SUIZA   

Fecha: 3 de Julio a 23 de Julio de 2010

 

Decidimos salir pronto de casa, a fin de amortizar el viaje. A las 6 y media, teníamos ya la furgo cargada, y todo a punto para iniciar el viaje.

Pronto nos llaman Toni y Lina, que ya habían salido de Cornellá  y alrededor de las 7 cogíamos la autopista dirección La Junquera. Una primera parada cerca de Sigean, ya en Francia, para desayunar y estirar un  poco las piernas.

A las 12:30 parada para comer. Hay que ir adaptando los horarios europeos…

Una nueva parada para repostar y tomar un café, y, ya, la última tirada hasta Ginebra, previo pago de la “vignete” para los coches en la frontera.

DSC_4298.JPGAlrededor de las 6 nos instalábamos en el camping de Vesenaz, cerca de Ginebra y al lado del lago.

Hoy es domingo. Nos vamos en bus, gratuito, hasta el centro. Visitamos las orillas del lago, nos damos un paseo “guiri” en trencito, y, recomendado por una señora que nos ha visto pinta de turistas, vamos a comer a una “playa-merendero” en la ribera derecha del lago. Ensalada de pollo, y a correr. Paseo por el casco antiguo, visita a la Catedral, y regreso al camping.

DSC_4407.JPGEmpieza a hacer un calor sofocante, así que nos damos un bañito en el lago.

Lunes, día 5. Haremos una excursión hasta Lausana. Salimos del camping, y cogemos la carretera hacia Lausana. Previamente, hemos preparado bocadillos en el camping, para hacer un piscolabis cuando el hambre apriete. Paramos en Saint Sulpice, al lado del lago, nos comemos los bocatas y seguimos hacia Lausana. Llegamos a punto para tomar un café y un helado mientras Ema duerme la siesta, y, después de dar un paseo por la ciudad, nos volvemos hacia Ginebra. Se nos ha hecho tarde para visitar Gruyere, que estaba cerca. Otro día será.

El martes nos “movilizamos” hacia Interlaken, a ver si encontramos un poco mas de fresco. Nos paramos en Gwatt, cerca de Interlaken, ya que parece que el camping tiene buena pinta. Está a la orilla del lago, y hay unos parques enormes alrededor. Vamos mejorando la instalación de los chismes de camping. El Comanche, el túnel, el toldo, todo está montado en un tiempo razonable.

DSC_4457.JPGEl día siguiente nos dirigimos a Thun, a la oficina de información, para preguntar qué recorridos hay en los trenes del Jungfrau. De paso, visitamos el castillo de la ciudad y damos un paseo por el mercadillo. Después de comer, nos volvemos al camping para planificar las rutillas en tren de los próximos días.

Hoy es día 8. Empezamos a perder la noción del tiempo.¿ Seguro que hoy es jueves? ¿No será martes? Buena señal. Salimos del camping, con los bocatas en la mochila, dirección Interlaken Ost, de donde parten los trenes hacia Jungfrau. Preguntamos en la estación los precios, y decidimos coger un  pase para 6 días, que nos permite tomar un montón de trenes y teleféricos, por poco más quDSC_4593.JPGe la ida y vuelta hasta Kleine Scheidegg, de donde parte el cremallera a Jungfraujoch. Seguro que lo amortizaremos otro día. Además, nos hacen el 50% de descuento en el cremallera. Tomamos el tren hasta Grindelwald, de donde otro tren nos llevará hasta Kleine Scheidegg. La estación está llena de cabras que, según parece, viven allí. Los empleados del ferrocarril las han de apartar para que pasen los trenes, y parece que están acostumbradas a ese trasiego. De allí, otro tren nos subirá hasta el mirador de Jungfraujoch. Arriba, a más de 3.400 metros, la temperatura es de 7º. Al fin nos ponemos los anoraks. Comemos algo allí mismo, y tomamos de nuevo el tren en dirección contraria, si bien esta vez el descenso lo hacemos por Lauterbrunnen hasta Interlaken. El parking nos cuesta cerca de 3 euros… ¡todo el día! Regresamos al camping, y aún tenemos tiempo de darnos un remojón en el lago.

DSC_4676.JPGHoy haremos una excursión hasta las cascadas de Trummelbachfalle. Iremos en coche hasta Lauterbrunnen, y como otras veces, nos llevamos bocadillos para hacer el picnic allí donde nos pille. A mediodía ya hemos hecho la visita y, después de engullir los bocatas reglamentarios, miramos los horarios para ir al Schilthorn, la cuna de Bond, James Bond. Nos da tiempo. Y hemos de amortizar los pases del Jungfrau, así que dejamos el coche en Lauterbrunnen donde cogemos el teleférico hasta Winteregg para coger el tren a Murren, y de allí, el otro teleférico que, en dos etapas, asciende hasta el mítico mirador. Pronto empieza a descender la temperatura, las nubes hacen su aparición, y la tormenta no tarda en entrar en escena. Descendemos por el mismo camino, teleférico-tren-teleférico, y volvemos al camping, donde parece que ha habido una buena tormenta. Además, nos habíamos dejado el túnel mal cerrado y las ventanas del Comanche abiertas, con lo que hay que improvisar para poder pasar la noche sin mucha humedad. Mañana se secará lo que se pueda, y lección aprendida: no hay que fiarse del tiempo. Para celebrarlo, nos vamos al restaurante del camping a cenar.

DSC_4911.JPGHoy es día 11… creo. Pero es igual. Vamos a sacar más partido al pase de los trenes. Aparcamos en el parking de la estación de Interlaken Ost, que es bastante barato, y cogemos de nuevo el tren hacia Grindelwald. Damos un paseíllo por el pueblo y cogemos el telecabina de Fist. De nuevo nos sorprende la vista del Jungfrau y la impresionante cara norte del Eiger, sus cascadas de hielo,… Damos buena cuenta de los bocadillos y descendemos otra vez con el telecabina hasta Grindelwald, para coger el tren de bajada a Interlaken.

Hoy cambiaremos montaña por ciudad y visitaremos la capital, Berna. Nos metemos en el coche y tras 35 Km. llegamos a esta bonita ciudad, que nos sorprende con su centro urbano, sus calles y sus casas porticadas. Después de un pequeño paseo, nos paramos a comer en un restaurante local. De nuevo nos sorprenden con la cantidad y calidad a precio razonable, teniendo en cuenta que nos metemos en todos los sitios de turistas. Andar por estas calles es un placer, sus fuentes, sus relojes, sus plazas, invitan a mirar en todas direcciones, en un intento de no perder ningún detalle. Aquí descubrimos un especial transporte público. Aprovechando el meandro del rio Aar, hay personas que, armadas con una bolsa impermeable, se dejan arrastrar por sus aguas desde un lado al otro de la ciudad. Otras más atrevidas saltan desde los puentes al río, cosa que no nos extraña ya que hace un calor sofocante. Después de hacer unas pequeñas compras, volvemos al camping para cenar y descansar.

DSC_4996.JPGAl día siguiente, nos toca de nuevo “turismo urbano”.  Nos vamos a Luzerna para visitar la ciudad. El viaje nos sorprende por las malas comunicaciones. La carretera, “autovía” según los mapas, es una carretera de montaña, con montones  de curvas, puentes, túneles y todo lo que se pueda ocurrir. Tardamos casi dos horas para cubrir los, aproximadamente, 80 kilómetros de recorrido. Pero vale la pena. De nuevo nos encontramos con una  ciudad encantadora. Viejos puentes de madera sobre el río, pequeñas calles llenas de encanto, que hacen de la ciudad un lugar delicioso donde pasear y entretenerse. Tanto que se nos pasa la hora europea de comer y tenemos que correr para encontrar un sitio antes de que cierren. De vuelta al camping, decidimos salir al día siguiente hacia el sur, cerca de Italia. Miraremos de buscar camping en las proximidades de Bellinzona, cerca de Lugano, a  ver si hace más fresquito.

Empieza un nuevo día y toca recoger, desmontar y guardar cosas en los vehículos, para desplazarnos al Ticino. Nos ponemos en marcha alrededor de las 11. La primera sorpresa del día es que debemos pasar de nuevo por Luzerna. Así que nos tragamos de nuevo las curvas, puentes y túneles, y pasado Luzerna enfilamos, ahora sí, la autovía hacia Lugano. Para llegar al Ticino debemos cruzar el mítico San Gotardo, que, obviamente, atravesamos por el magnífico túnel (incluido en los 40 Francos de la “vignete” de las Autopistas) de 17 kilómetros de largo. A la llegada a Bellinzona, buscamos camping, y a montar de nuevo el tenderete. Los campings suizos nos sorprenden de nuevo, y no gratamente. Nada de verdes praderas de hierba, nada de servicios impecables, o sea, normalitos y gracias tirando a justillos, salvo en los precios, que si que son “suizos”. Después de montar, un bañito en la piscina para rebajar la  temperatura corporal. Parece que no se han enterado de que en Suiza hace menos calor…

DSC_5077.JPGDe nuevo amanece,  y hemos venido a hacer turismo, así que, nos vamos a Bellinzona, a ver que nos dicen en la Oficina de Turismo. Aparcamos cerca de la estación de trenes, pero aquí, al contrario de lo que parece habitual en Suiza, no está la Oficina de Información. Después de preguntar y mirar planos y demás, nos vamos hacia el centro de la población. Allí en una dependencia municipal están las “informadoras”, pero con una desgana y una apatía difíciles de calificar. Ascendemos hasta uno de los tres castillos de la ciudad en medio de un calor agobiante, y de vuelta al centro urbano, para comer. Luego, volvemos al camping para ponernos en remojo, que es lo único que apetece.

Al día siguiente decidimos buscar un sitio fresquito para ir de excursión. Vamos a visitar el puerto de San Bernardino, ya que, debido a la altura que se encuentra, seguro que hará más fresquito que en las cercanías de Lugano, donde nos encontramos. San Bernardino es un pequeño pueblo en la ladera del monte del mismo nombre al que se asciende por una carretera de montaña llena de curvas y con fuertes pendientes. Pasado el pueblo, la carretera sigue ascendiendo hasta el puerto, donde se halla el antiguo convento, hoy convertido en bar. Parece que no somos los únicos que hemos decidido buscar una temperatura más agradable. Coches, motos, bicicletas, gente a pie, de todo. Después de comer algo, pasear un rato y comentar el calor que hace, descendemos por la otra ladera, para atravesar de nuevo el San Bernardino, esta vez por el túnel, como el anterior, gratuito. Una vez pasamos de nuevo a la vertiente  sur, abandonamos la “autopista” para mirar de encontrar un sitio donde tomar un café. Nos detenemos en un restaurante, situado al pie de una preciosa cascada, donde aprovechamos para pasar un buen rato haciendo fotos y descansando. A media tarde regresamos al camping, para preparar el próximo día.

DSC_5201.JPGHoy haremos algo nuevo. Iremos hasta Lucarno y nos daremos un paseíto en barco por el lago. Como el barquito no sale hasta pasada la una de la tarde, comemos algo antes de embarcar. El barco es algo así como el “cercanías” de las poblaciones que rodean el lago y de las islitas que lo pueblan. San Nazzaro, Gerra, Ascona… Nos detenemos en la isla de Brissago para visitar el jardín botánico que, según dicen, es el más completo de Suiza. La humedad y el calor sofocante nos hacen regresar pronto a Locarno, para dirigirnos de nuevo hacia el camping, donde la piscina mitiga algo el malestar provocado por el calor. De nuevo un ticket para Internet, y a comparar temperaturas de localidades suizas. Parece que  en el único sitio que no se están cociendo las vacas es en St. Moritz, así que, mañana, carretera y manta.

La idea de dormir bien nos hace que recoger y meter los trastos en los coches se nos haga más llevadera. De nuevo cruzamos el túnel de San Bernardino, esta vez en dirección norte, única vía de acceso hacia Graubunden, donde nos espera Saint Moritz y sus montañas. Decidimos buscar camping del grupo TCS, ya que al menos, tienen una cierta calidad que los otros no parecen ofrecer. Nos decidimos por el camping de Punt Muragl, en Samedan. Este, al menos, es correcto y los servicios aceptables. De nuevo a montar los cachivaches para pasar unos días. Al fin nos tenemos que poner ropa de abrigo al caer la noche. ¡La temperatura baja hasta los 2 grados! Esto sí es Suiza.

Por la mañana vamos a visitar Sankt Moritz. Damos un paseo por el lago, el casco antiguo, y pasamos por la estación para informarnos sobre el Bernina Express, el famoso tren rojo que atraviesa toda la comarca. De nuevo tropezamos con la desgana de la encargada de información, quien nos da un horario, que luego comprobaríamos que era parcial, y poca cosa más. Menos mal que en el camping tropezamos con un suizo que tiene ganas de hablar español y nos facilita algo más de información. Ema parece que tiene fiebre, así que habrá que replantear las cosas para los próximos días.  

Hoy la Ema va, acompañada por sus padres, a Samedan, al centro médico, para ver que le pasa. Aprovechamos para hacer alguna caminata, pasear por los alrededores y disfrutar de la  buena temperatura y de la excelente señalización de los senderos. Parece que la pequeña no tiene nada importante, y que, probablemente, mejorará pronto.  Si mañana está mejor, cogeremos de nuevo el tren, hasta Poschiavo, para ver los glaciares y las majestuosas montañas que nos rodean.

Ha llegado el momento de coger el Bernina Express. Nos dirigimos de nuevo a la estación de St. Moritz, y tropezamos de nuevo con la “informadora”. Hoy DSC_5327.JPGnos dice que es necesario hacer reserva previa para el tren… ¿Y por qué no lo dijo el otro día? Después de hacer ver que hace alguna gestión por teléfono, nos vende los billetes para el  tren, pero no nos asegura que tengamos plaza. Nos suelta otro horario, esta vez completo, y nos dice que hablemos con el jefe de tren, a ver si nos deja subir. Felliniano. Lo ves en una película, y no te lo crees. Obviamente, no nos deja subir. Al final, medio entendemos que la reserva es solo para los trenes panorámicos, que son los del primer horario que nos dieron y para los que hay un sobreprecio y es preciso hacer reserva. Para los trenes normales no hay nada de eso, así que cogemos el tren que sale al cabo de media hora. Llegamos a Poschiavo al cabo de una hora y media, después de disfrutar de unos preciosos paisajes y de un recorrido verdaderamente espectacular. Comemos en un bar cercano a la estación, donde, como en otros sitios, no aceptan tarjeta de crédito. Parece mentira que en un país donde el negocio bancario es uno de los puntales de la nación, sean tan reacios a  usar sus servicios, y, especialmente, en lugares dedicados al turismo, como campings y restaurantes. Después de pasear por el pueblo, nos dirigimos nuevamente hacia la estación para regresar a Sankt Moritz.

El día 22 empezamos a hacer maletas para la vuelta a casa. Desmontar, recoger, guardar en los coches los trastos que ya no vamos a utilizar, y ya es casi mediodía cuando salimos de St. Moritz. Tomamos dirección al puerto de Maloja para cruzar la frontera por el norte de Italia. El descenso hacia la frontera italiana es una preciosidad. En la frontera italiana los carabineros están aburridos y se entretienen con nosotros un rato. Que si los tickets de las compras, que si cuanto costaba eso que han comprado, que si quieren que les dejemos a los niños,… Se acaba el repaso. Continuamos viaje descendiendo hacia el lago de Como, que bordearemos por la orilla oriental, no sin antes detenernos a comer un tentempié. Continuamos hacia Milán, que bordeamos a pesar de su mala señalización,  y seguimos dirección a la costa, donde pensamos parar a pernoctar. Cerca de Spotorno, ya en la costa, parece que hay campings. Entramos en uno, y mientras decidimos como colocarnos, vemos unos austriacos que, con una furgoneta, nos miran con cara de alivio. A medida que vamos mirando alrededor, vamos entendiendo por que. Suciedad, perros pulgosos, servicios cutres, vamos, que salimos a escape de allí. Los austriacos se quedan con cara de compungidos, pero buscamos otro camping.

Al día siguiente, a la autopista de nuevo. Túnel, viaducto, túnel, viaducto, hasta salir de Italia. Seguimos por la autopista dirección sur, y, a la altura de Marsella, la abandonamos para buscar un sitio donde comer. Nos metemos en un restaurante, donde el dueño va diciendo a todos los clientes que nos feliciten, por la Copa de futbol. A parte de la amabilidad, la comida es de buena calidad y a precio razonable. Un sitio recomendable. Seguimos viaje hacia la frontera española, pero antes, pararemos de nuevo a descansar, esta vez cerca de Montpellier. Nos vamos hacia la costa, y buscamos un camping cerca de la playa, en Palavas. Como la mayoría de campings de playa, deja algo que desear.  Además, hace mucho viento, habitual en la Camargue, pero que es molesto.

De nuevo amanece, es sábado y toca continuar viaje. Salimos de Palavas y de nuevo a la autopista. Paramos a comer justo antes de la frontera, en Le Village Catalan, y llega la hora despedirse de los amigos y compañeros de viaje. A alguien se le saltan las lágrimas. Unos nos quedaremos cerca de Gerona, para ver a la familia, y otros regresan a Barcelona ya de tirón. Ahora se acerca la parte más larga del viaje. Ordenar las fotos y recuerdos nos acompañará durante mucho más tiempo que estos 20 días de andaduras por ese curioso y hermoso país.