CALIFORNIA (ESTADOS UNIDOS – COSTA OESTE)

OCTUBRE 2012 - SAN FRANCISCO Y PARQUES NATURALES


 

Este viaje, quizá con un planteamiento más amplio, estaba en nuestra mente hacía mucho tiempo. La verdad es que también pensábamos que lo realizaríamos, si llegaba el caso, mucho más adelante, quizá en 4 o 5 años. Pero las circunstancias cambian, nuestras vidas se han de adaptar, y la marcha de Virgínia y Lluís a San Francisco por motivos laborales aceleraron la decisión de emprender el “salto” del charco.

BUSCANDO FECHAS.

Al haberse reincorporado Francis al mundo laboral en Junio, no teníamos muy claro las fechas. Había que saber cuántos días de vacaciones tendría, y, lo más importante, cuando podría disponer de ellos. También había que contar con el factor tiempo meteorológico; ojo con el calor, ojo con el frío, ojo con la niebla, vamos, con todo. En California, hay zonas desérticas muy calurosas y zonas montañosas que pueden ser muy frías. Además, San Francisco tiene su propio clima, con unas fuertes corrientes de aire que impulsan las nubes del Pacifico hasta el interior de la bahía, y que, cualquier cambio en la dirección del viento las arrastra dejando días soleados y calurosos, incluso en pleno Otoño. Por otro lado, la compra de los billetes de avión también tiene su importancia. Económica, en este caso, pero importante al fin y al cabo. Así que, una vez combinado el cóctel, fijamos las fechas para los días comprendidos entre el 3 y el 18 de Octubre.

VIAJE DE IDA.

Alargando el día.

Hay un efecto del que los que no somos expertos en viajes transoceánicos hemos oído hablar, y que, a más de uno, le quita el sueño en el sentido literal de las palabras. Se trata del “jet lag”, también conocido como descompensación horaria, disritmia circadiana o síndrome de los husos horarios. Así que a estudiar tocan, si no queremos que nos afecte mucho. Hay muchos “remedios” para el Jet lag, pero no parece que haya ninguno verdaderamente eficaz. Dado que salimos de Barcelona a la mañana, y llegaremos a San Francisco a la noche, intentaremos comportarnos como un día normal, pero alargado 9 horas más. Así que, a volar.

El primer vuelo, que nos llevará de Barcelona a Miami, en la costa Este, tarda 8 horas. Salimos de Barcelona con algo de retraso, lo que parece que sea bastante habitual dada la filosofía con la que se toman el embarque el personal de American Airlines.

Al desembarcar en Miami tenemos que pasar el control de inmigración. En el avión repartían una hojitas azules que suponíamos que era algo que se tendría que presentar en la aduana. Preguntamos al personal de cabina y nos dicen que sí, que hay que rellenar un papelito para presentar junto con los pasaportes en Inmigración, pero que solo los tienen en francés y que en el aeropuerto, en el mostrador, los hay en todos los idiomas. Cuando llegamos, vemos los papelitos dichosos pero son blancos. No le damos mayor importancia, llenamos nuestros datos personales, contestamos unas preguntas que nos suenan un poco absurdas y nos ponemos en la cola. Cuando nos toca el turno, el energúmeno con uniforme que nos atiende se pone a chillar como un poseso algo ininteligible. Al final conseguimos entender que el papelito dichoso ha de ser azul… Volvemos al mostrador, y esta vez si encontramos los papelitos azules. Los rellenamos corriendo, ya que casi no queda nadie en la sala, y volvemos a las ventanillas. Nos atiende otro funcionario y nos indica que solo hace falta un papel, al ser familiares y viajar juntos. Vale. Al menos no tenemos que volver a rellenar todas las cosas importantísimas que preguntan. Nos sellan los pasaportes, y vamos hacia la cinta de recogida de maletas. Recogemos el equipaje y volvemos a dejarlo en el mostrador de facturaciones. Como queda aún bastante tiempo, salimos fuera del aeropuerto a dar una vuelta. Hace un calor infernal. El sol no se ha enterado de que ya es Octubre y, además, la humedad es altísima. Volvemos a entrar en el aeropuerto y vamos a comer alguna cosilla al abrigo del aire acondicionado. Hay que alargar el día 9 horas, así que primera ración de “comida americana”. Nos dirigimos de nuevo a las puertas de embarque, previo paso por el control de seguridad del aeropuerto. Cuando embarcamos ya es de noche. Este segundo vuelo dura 5 horas y nos llevará hasta San Francisco. Allí nos esperan Virginia, Lluis y Humprey. ¡Que alegría volver a verlos! Unos pocos kilómetros más, y llegamos a su casa en San Francisco. A dormir tocan.

SAN FRANCISCO - PRIMER CONTACTO

El jueves nos despierta Virginia. Lluís se ha ido al trabajo, ella ha sacado al perro, y no nos hemos enterado de nada. Esto de salir de juerga es muy malo… Desayunamos, nos intentamos arreglar un poquillo, y de cabeza a la calle, a recorrer San Francisco para lo que contamos con una guía excepcional. Unas fotos para ilustrar el recorrido. Sobran las palabras.

 

Paramos a comer. A pesar de ir en coche, empezamos a notar la influencia de las calles de San Francisco en las piernas. A la tarde, mas callejeo. Y más fotos.

 

 

Volvemos a casa semiderrotados pero encantados con la visita, la guía, la ciudad. Cenamos en casa, con Virginia y Lluis.

A la mañana siguiente, continuamos con la visita de la ciudad. Hoy usaremos el transporte público, concretamente el Cable Car. Es un sistema curioso de transporte, mitad tranvía, mitad funicular. Bueno, 40/40. Y el otro 20% es autóctono.

Primera parada y primera caminata por el Barrio Chino. 

Luego, Fisherman’s Wharf y los muelles. Comemos allí mismo, bocadillo de cangrejo, claro. Luego, los muelles, la calle Lombard, las Paint Ladies, … Cansados pero contentos, volvemos a casa.



El sábado contamos con dos guías por el mismo precio. Lluís no trabaja hoy y se apunta con nosotros. De nuevo andamos hasta Fisherman’s Wharf, esta vez para ver los más famosos muelles de San Francisco. Visitamos Pier 39, con sus leones marinos. Nos entretenemos un ratillo viéndolos. Luego caminamos hacia el antiguo Mercado, visitamos sus nuevas instalaciones y nos dirigimos hacia un restaurante próximo para comer alguna cosa. A pesar de sus buenas intenciones, nos tienen dos horas entretenidos para comer una pizza. Cogemos de nuevo el transporte público para subir hasta la torre Coit, un buen mirador de la ciudad. Bajamos de la torre a pie, y volvemos a casa.




Domingo, nuestros magníficos guías nos preparan una ruta en coche. Visitaremos los suburbios, Sillicon Valley, y a la tarde, el parque Golden Gate y la playa del Pacífico, hasta la puesta de sol. Más fotos para ilustrar el día.

   

 

Finalmente, volvemos a casa. Toca preparar las visitas que queremos hacer los próximos días, así que a mirar mapas, planos, distancias, alquileres de coches, … Lluís se encarga de la cena. Comida preparada, tipo Telepizza, pero en griego. Una vez reservado el coche y el motel para la noche, a descansar. Mañana es lunes y toca “trabajo”.

Salimos de casa después de desayunar. Tras caminar un poquito, vemos que no somos los únicos que hemos encontrado la oferta de alquiler de coches. Están todas las empresas juntas, pero cola solo hay una: la muestra. Menos mal que van por faena. En poco más de media hora nos atienden, nos entregan el coche y a circular por San Francisco, una vez “aprendidas” las normas diferentes de circulación que hay en EE.UU. Regresamos a casa, nos acabamos lo que sobró ayer noche y salimos dirección a Fresno, donde haremos noche, cerca de Kings Canyon.

EN RUTA POR EL OESTE AMERICANO

 

Después de pasar la noche en un Motel cerca de Fresno, empezamos a adaptarnos al horario USA. Desayuno de06:00 a 09:00. O sea que a madrugar. El motel de la cadena La Quinta Inn está muy bien. Habitaciones grandes, con nevera, microondas, televisor grandote, etc. Desayunamos y nos ponemos en marcha, dirección Kings Canyon. Lo que sobre el mapa está cerca, en realidad está a un buen trecho en coche. Esto lo repetiremos varias veces. Las distancias se notan, cuando crees que estas cerca de un sitio, te quedan 100 millas, o sea, unos 160 Km. Después de visitar el parque, leer algo  sobre su historia y pasear cerca de sus árboles gigantes, cogemos de nuevo el coche para ir hasta Sequoia Park. Está tocando uno con otro. De hecho, la entrada es la misma y comparten la belleza de sus sequoias y sus pinos gigantes. Visitamos los “arbolitos” más famosos, paseamos por el Giant Forest, y cuando salimos, nos encontramos con Yogui en un recodo de la carretera.


   

No tenemos hotel reservado, así que vamos un poco a la aventura. Cuando empieza a anochecer, nos salimos de la autopista y buscamos alojamiento. Encontramos un Motel de La Quinta Inn, y dada nuestra experiencia de ayer, lo aprovechamos.

Al día siguiente toca palizón de carretera. Queremos llegar hasta las proximidades de Grand Canyon, así que no hay más remedio que levantarse temprano y ¡en ruta!

paisaje lunar Ruta 66

Comemos, como no, en una “Rest Area”, algo parecido a un área de servicio, pero que solo hay una gasolinera, un pseudo-MacDonalds y ya está. Al anochecer llegamos a nuestro destino, en Williams, a 60 millas de Grand Canyon, en plena Ruta 66. La ciudad es una calle, que coincide con la carretera pero en una sola dirección, en donde está todo: la gasolinera, las tiendas de recuerdos, los Moteles, bares, y, lo más importante: un supermercado,  y otra calle paralela, que es la misma carretera en dirección contraria, y en donde no hay casi nada. Solo algún coche aparcado, un taller,  lo que parece ser una granja, … Vamos como las películas del Oeste.

Grand Canyon Mojave

Dormimos en un Motel 6, más económico que los de La Quinta Inn, pero, obviamente, más justito en cuanto a servicios.

Por la mañana, nos toca madrugar de nuevo. Queremos ir Grand Canyon con tiempo para no tener que correr. Amanece lloviendo. Desayunamos alguna cosilla comprada en el super ( en el Motel 6 no hay desayuno, solo café americano y microondas) y salimos rumbo a Grand Canyon.  Mostramos el pase a la entrada, lo pasan por la maquinita, y seguimos hacia el Centro de Visitantes. En algún sitio nos han dicho que tienen mapas en español, así que, ni cortos ni perezosos, y armados con nuestro “maravilloso” inglés, lo pedimos en Información. La Ranger, muy amable, nos dice que los aviones y helicópteros salen del Aeropuerto de Grand Canyon y del de Las Vegas, pero que hoy probablemente no vuelen, debido al mal tiempo. No sabemos lo que le habremos preguntado en realidad, así que, a pesar de la frustración, insistimos y a la segunda nos entiende y nos da el plano en español.

Debido a que la previsión del tiempo es que mejore a la tarde, decidimos hacer el tramo hacia el Este, hasta la Torre de vigia de Desert View, durante la mañana con el coche, y dejar para la tarde el tramo hacia el Oeste, hasta Hermits Rest, ya que se hace en uno de los autobuses gratuitos que circulan por el Parque, o a pie.

 
Cuando volvemos de Hermits Rest, es ya de noche. Los ciervos pacen tranquilamente entre los aparcamientos de coches y nosotros volvemos hacia Williams a pasar la noche, no sin antes preguntar precios en Moteles en  Tusayan, justo a la salida del Parque, pero los precios son prohibitivos, así que decidimos gastárnoslo en gasolina.

Hermits Rest

Por la mañana, el mismo ritual del día anterior. Café americano y bocata del super de enfrente. Por suerte, dentro del super hay un Starbucks, con lo que tenemos el “postre” asegurado: un café expresso bueno.

Hoy va a ser otro día de coche intensivo. Queremos llegar a dormir a Mamouth Lakes, cerca de Yosemite, nuestro próximo parque. A media mañana pasamos por Las Vegas, y decidimos no entrar a ver la ciudad. Otro viaje será. Nos adentramos en el desierto del norte de Nevada por la Ruta 95, donde dicen que están las instalaciones secretas de la CIA, el Ejército y todas esas cosas. Desierto, si está. Pasamos millas y más millas sin ver ni un alma. Empezamos a dudar de que encontremos gasolina para repostar. Pero si, hay gasolineras en un “bello” pueblo de la ruta 95. Preguntamos si hay algún sitio para comer, y, a parte, de los bocadillos de la gasolinera, nos hacen entender que hay unos letreros en frente. No nos los miramos bien, y empezamos a dar vueltas hasta que en letra pequeñita vemos que pone “a dos horas de coche”. 

Así que hala, al coche otra vez. Llegamos a Beatty, en la entrada al Death Valley, y ahí si hay de todo. Bueno, quiero decir, de todas las cadenas de comida de esa americana. Pedimos una hamburguesa, y empieza con el repertorio de cada día: que pan, que queso, que carne, grande o pequeña, que bebida, que ensalada, que salsa. Te cogen ganas de decir ¡esa de la foto, ****! Luego, cuando decides que pan quieres y lo haces entender, “no hay”. Pues vale. Del otro. Hazte entender otra vez. Menos mal que, por lo general, la gente es amable y se toman bien los líos idiomáticos.

Y nos vamos hacia Death Valley. A la entrada, el Ranger habitual ha sido sustituido por una maquinita. La gente, incluso los aborígenes, van perdidos con el trasto, así que ¡imagina nosotros! Al final conseguimos pagar, o sea, no pagar, con el carnet de parques. Nos sale el ticketito que ponemos en el parabrisas y a continuar. Se nos encoge el corazón pensando en los pioneros que, hace dos siglos, cruzaron este valle sin saber lo que iban a encontrar, sin agua, sin comida, con un calor terrible, …

 

 Duna Sierra Nevada

Cuando salimos del Valle, nos encontramos con Sierra Nevada al frente. Las lluvias d estos días atrás, aquí han caído en forma de nieve y  empiezan a blanquear las cumbres. Ya ha anochecido cuando llegamos a Mamouth Lakes. Antes de ir al Motel a soltar las maletas, damos una vuelta por la población, muy turística no solo por la proximidad de Yosemite, si no también por las estaciones de esquí próximas. Vamos a comprar alguna cosilla, y lo más parecido a un supermercado que encontramos es una Farmacia. Tienen casi de todo, así que cargamos hasta con cervezas, y nos vamos al Motel 6 a descansar. Los letreros de “cuidado con los osos” están por todos lados: aparcamientos, contenedores de desperdicios, comercios, etc.

Salimos de Mamouth Lakes por la mañana, y vamos a ver si vemos por que se llama así. Los lagos los encontramos por todos sitios, hay un montón, pero los mamuts parece que ya no están. En el lago más grande de la comarca, Mono Lake, que está al norte de la población, hay un centro de interpretación bastante grande así que vamos para allá. A parte de enterarnos de curiosidades geológicas del lago, también hay información sobre la forma de vida de los indios en esa zona, y, también, información de Yosemite. El Ranger de turno nos pregunta que donde pensamos ir, si pensamos dormir en el parque y todas esas cosas, y cuando le decimos que tenemos reserva para la noche en Sonoma, saca su ironía del bolsillo y nos dice algo así como “Largo viaje tenéis previsto. ¿No será Sonora?” Solo atinamos a decir “yes”. Saca el plano, empieza a marcar con fosforito la ruta que tenemos que hacer, los sitios que vale la pena ver, aquí una cruz, aquí un circulo y nos da el plano. De nuevo a la carretera, esta vez para adentrarnos en uno de los parques más bonitos de la costa Oeste.

   

Yosemite Yosemite

El Centro de Visitantes de Yosemite está algo lejos entrando por el Este. Hay que cruzar casi todo el parque por la zona Norte y bajar hacia el Sureste. Pero el paseo merece la pena. Una vez en el Centro de Visitantes, vamos a pie hasta las Cascadas, pero en esta época del año están secas. Ahora entendemos lo que nos ha dicho el Ranger al pintar una cruz, en vez de un circulito.Los ciervos, mucho mas pequeños de los habituales, y las ardillas, campan a sus anchas. Se nota que se han acostumbrado a los humanos, y no nos hacen ni caso.

Al atardecer nos dirigimos a Sonora para pasar la noche. Tenemos reserva en un Motel de la cadena Holiday Inn con buena pinta, y, después de dar una vuelta por la ciudad nos decidimos por ir a descansar un poquillo y pasar la noche. En Sonora no hay mucha cosa para ver, así que decidimos planificar lo que haremos mañana.

Como siempre, desayunamos un poquillo en el mismo Motel, aunque es algo justito (te dan de desayunar en la misma recepción, en donde tienen una mesita y un sofá) y nos vamos, a pesar de lo que pone en la guía, hacia Sacramento, la capital de California. Como pasa muchas  veces en estos casos, nos llevamos una agradable sorpresa. A pesar de que la mayor parte de la ciudad no tiene nada especial, en el barrio de Old Sacramento sí que vale la pena entretenerse un rato. Edificios a la antigua usanza, carromatos por las calles (para guiris, claro), mucho bar, y, sobre todo, bastante ambientillo.

Pareja de músicos

Comemos en una pizzería, que, curiosamente, (estas cosas no paran de sorprendernos) tienen cerveza, pero no te la puedes tomar allí. Así que a comer con Sprite. Después enfilamos ya hacia San Francisco, pero por el camino aún haremos otra parada, en Sausalito. Sausalito es una ciudad que tiene varias virtudes: está cerca de San Francisco, tiene una excelente vista de la ciudad y de la bahía y es, a pesar de ser una ciudad-dormitorio, acogedora.

  ÇVista de la bahia 

Entramos a San Francisco cruzando el Golden Gate, y, gracias al navegador, llegamos a casa sin problemas.

Al día siguiente por la mañana, aprovechando que tenemos aún el coche, nos vamos a hacer una visita por la costa del Pacífico. No cogemos la autopista, si no que nos vamos  por la carretera que bordea la costa, algo más lenta pero que permite apreciar el paisaje, los campos de calabazas (Como no. Se acerca Halloween), y los pueblos, algo más bonitos que los del interior. Paramos en Santa Cruz a comer, en un restaurante Mejicano, y después seguimos hacia Carmel. Tomamos un café e iniciamos la vuelta a San Francisco, ahora por autopista, ya que se hará pronto de noche.

Martes por la mañana. Esto se acaba. Devolvemos el coche de alquiler, y cogemos el tranvía para ir al embarcadero, destino Alcatraz. Después de un buen rato de espera, embarcamos y a los diez minutos nos “sueltan” en la isla. Visitamos las instalaciones, nos dejan una audio-guía, recorremos la prisión, y al puerto de nuevo. Cuando llegamos al Pier 33, Virginia nos está esperando para ir a comer. Andamos un ratito, pero vale la pena. Nos comemos unas pizzas bastante buenas en una terraza, y, después de andar otro tramo, cogemos el trolebús, el “Muni”, hasta casa. Ya solo queda prepara las maletas, dormir un rato, despedirnos de nuestros hijos, y…

Alcatraz

VIAJE DE VUELTA

La vuelta, en lo que al Jet-lag respecta, es diferente. Intentaremos acortar el día en 9 horas, a ver que sale. Salimos de San Francisco a las 11 de la mañana, en dirección Los Angeles. Alli, al cabo de un a hora y media, embacaremos rumbo a Madrid, donde llegaremos a primera hora de la tarde y luego, otro avión hasta Barcelona. Al poco de salir de Los Angeles,  empezamos con los recortes de horas. Nos dan de cenar, cierran las luces, bajamos los oscurecedores de las ventanillas, y entre peli y peli, damos un par de cabezadas. Al volar dirección Este, la noche dura poco. Amanece sobre el Atlántico, y al poco, nos dan de desayunar. Un par de horas más, y llegamos a a Madrid. Nos saltamos la comida, y tras una hora de espera, salimos hacia Barcelona. Al poco rato, despues de encontrarnos con la familia, ya es hora de cenar. luego, a dormir y ¡voilà! Ya no hay Jet-lag.

Solo falta una cosa:

¡A preparar el siguiente!